jueves, 25 de octubre de 2012

Asimov y el futuro de la lectura

No sé si alguien me lo contó o lo leí, que a Isaac Asimov le preguntaron, poco antes de su muerte, si lo ideal para conservar la memoria, lo ideal para disfrutar el contenido cultural que podemos colocar en cualquier soporte, sería una máquina que pudiera avanzar a la velocidad que nosotros deseáramos, que pudiera tener marcha atrás, reversa como dicen en América, que pudiera parar del todo, que se pudiera consultar en cualquier momento, que no ocupara demasiado espacio, y que no necesitara ningún manual de uso. Y, entonces, Asimov empezó a pensar y dijo: "Eso ya existe, es un libro".

Josep Lluís Monreal, presidente de Océano Editorial, en una de las entrevistas que forman ese extraordinario mosaico titulado Conversaciones con editores, publicado por la editorial Siruela en el año 2007.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Pescar con escopeta

Bernhard Schlink es más conocido como escritor que como jurista. Como caras de una misma moneda, derecho y literatura se entrecruzan no sólo en su vida, sino también en su narrativa. Tal sucede en su novela El lector (Der Vorleser), que cosechó gran éxito internacional a mediados de los 90 y fue adaptada al cine hace unos años, en 2008.


En Estados Unidos la obra de Schlink la edita Pantheon Books, sello de Random House. Precisamente en estos días el escritor alemán presenta en Estados Unidos Summer Lies, traducción de su libro de cuentos de 2010 Sommerlügen.

El boletín informativo de Pantheon, fiel a su función publicitaria, incluye un fragmento de uno de los cuentos, en el que una pareja se despide en un pequeño aeropuerto. El adelanto, qué duda cabe, tiene la virtud de dejar al lector la miel en los labios. ¿Quiénes son ellos? ¿Por qué se separan? ¿Qué pasará luego?

Lo que me llamó la atención en esta ocasión fue que al final de este fragmento de poco más de 200 palabras se incluyera un aviso que advertía de la prohibición de reproducir ese minúsculo adelanto del libro de relatos sin obtener previamente y por escrito permiso del editor.


Obviamente, en un entorno digital, en el que la información y los contenidos se convierten en código binario, en unos y ceros, todo es por defecto copiable y reproducible. Se quiera o no, esto forma parte de la naturaleza de Internet, que fue creada precisamente para facilitar la comunicación y la diseminación de la información, incluida (excepto en dominios cerrados) su copia.

De hecho, la popularización de la red y la consecuente multiplicación exponencial de la información circulante provocaron que lograr la atención del potencial consumidor se convirtiera más que nunca en una necesidad y un reto. En este sentido, la economia de la atención propugna que el objetivo primordial de cualquier agente presente en la red ha de ser que su cmensaje se propague lo máximo posible para así aumentar las posibilidades de que llegue a los particulares y produzca el efecto deseado.

Paradójicamente, lo que pretende Pantheon con su aviso es lo contrario: restringir la potencial diseminación de ese gancho que es el adelanto. Con ello, la editorial se priva de la inestimable ayuda de los internautas y consecuentemente se obliga a redoblar sus esfuerzos por publicitar la aparición del libro por otros cauces y canales.

Cabría por otro lado, y en términos estrictamente legales, preguntarse dónde queda el derecho de cita de los usuarios de Internet (la doctrina del fair use, en el caso estadounidense) si, como puede y suele suceder, uno usa el fragmento del cuento sin que medie afán de lucro. Schlink, como buen jurista que es, seguro que ha leído a Lawrence Lessig cuando se refiere a la absolutización de los derechos de autor, esto es, al intento de eliminar sus límites legales. Me encantaría saber qué opina.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Me gusta(ría elegir qué) leer


Siempre que se piensa en el boom se cita al menos a cuatro escritores: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Hay quienes añaden además a José Donoso y recuerdan a Jorge Luis Borges como antecedente y pionero, como gran escritor cuya literatura transcendía lo nacional. Todos ellos (tal vez con la excepción de Donoso) conjugan una escritura brillante con un favor del público (léase: unas ventas) nada despreciables.

En consecuencia, el sueño de cualquier editor sería tenerlos a todos en su catálogo. Por que, al fin y al cabo, y recordando las palabras de Segismundo, ¿qué es la vida sino una ilusión, una sombra, una ficción?

Pues bien, podría resultar que esto no fuera un sueño. Corre el rumor (y la fuente es muy fiable) de que Santillana, la rama editorial del Grupo Prisa, está en venta y que Random House Mondadori, esto es, la rama editorial del Grupo Bertelsmann, quiere comprarla.

Random House, que se publicita con el lema "me gusta leer", ya publica en todos los países de lengua hispana a Borges. Compró sus derechos hace dos años en la Feria de Frankfurt, por una cifra superior al millón de Euros. Bolaño está en su catálogo en español en Estados Unidos, como lo está García Márquez, de quien también tiene los derechos para España y el Cono Sur. Por su parte, Alfaguara, la editorial literaria de Santillana, tiene en su catálogo las obras completas de Vargas Llosa y gran parte de las de Fuentes y Cortázar.

La compra de Alfaguara significaría la reunión en un solo catálogo editorial de los cuatro nombres del boom, pero no sólo eso. La nueva Random House publicaría a Javier Marías, Jorge Volpi, Javier Cercas, Julia Álvarez, Bernardo Atxaga, Juan Gabriel Vásquez, Rosa Montero, Ángeles Mastretta, Belén Gopegui, Santiago Roncagliolo, Dulce Chacón, Laura Restrepo, Arturo Pérez-Reverte, Mario Benedetti, Marina Mayoral, Fernando Vallejo, Ray Loriga, Edmundo Paz Soldán, Elvira Lindo, Marcela Serrano, Manuel Rivas, Juan Villoro, Andrés Neuman, Rodrigo Rey Rosa, Jordi Soler, Elena Poniatowska, José María Merino, Juan Carlos Onetti, Agustín Fernández Mallo, Álberto Fuguet, Mercedes Abad, Claudia Piñeiro, Mayra Montero, Héctor Abad Faciolince, Santiago Gamboa o Isabel Allende, entre otros muchos. A estos habría que añadirle los escritores en lengua no castellana, pero prefiero no abrumar con tanto nombre.

Tras la compra de Tusquets por Planeta el pasado mes de marzo parece que la crisis en España está conduciendo a la concentración de la concentración, a la concentración al cuadrado. Sin embargo, no se trata sólo de un fenómeno que afecte a España o al sector editorial. Las fusiones y adquisiciones se suceden también en la industria discográfica. ¿Condicionará la Comisión Europea la compra de Santillana a que Random se deshaga de parte su catálogo, como ha sucedido con la compra de EMI por Universal?

Por desgracia, la concentración de medios va más allá de la literatura. Con la puesta en venta del negocio editorial de Prisa cambiará de dueño Taurus, una de las más importantes editoriales en lengua española dedicada al ensayo y al pensamiento, así como la todopoderosa Santillana, el corazón y pulmón del grupo editorial, los libros de texto que utilizan millones de estudiantes en la Península Ibérica y América Latina.

Produce un poco de miedo pensar que lo que leamos desde pequeños, que las novelas y ensayos que leamos más tarde, sea producto de la decisión de cada vez menos personas.

domingo, 27 de mayo de 2012

Un asueto que no es tal

Concidiendo con el comienzo de la temporada estival, y al entrar en la recta final de la escritura de mi tesis doctoral, el blog precisa de un pequeño respiro. No se trata de un adiós, sino de un hasta pronto. ¿Será posible acaso ganar la indulgencia del lector acudiendo al adagio latino, non multa sed multum?

viernes, 27 de abril de 2012

Literatura realista


Un libro que da una tal impresión de la realidad que cuando volvemos a la realidad nos da la impresión de que leemos el libro.

Fragmento del minicuento "Libros", del escritor venezolano Luis Britto García. "Libros" está incluído en una colección de título muy significativo: Me río del mundo (1984). Britto es además un muy activo bloguero.

jueves, 12 de abril de 2012

Títulos que venden

Siguieron en esta vena un rato, pero Varamo se había distraído, y al fin los interrumpió: "Se me ocurre una cosa: el título podría hacerse más atractivo si fuera Cómo embalsamar animales pequeños mutantes". Los editores quedaron con la boca abierta. Estaban pensando: Este es de los nuestros. Ya daban por hecho el libro, y la edición. El mismo Varamo, arrastrado por el entusiasmo que había despertado, no encontraba tan imposible la faena, en la que vio de pronto una sorpresiva solución para sus aprietos financieros.

Fragmento de Varamo (2002), de César Aira. Varamo narra la disparatada relación entre dos billetes falsos y la creación de un poema clave de la poesía panameña: "El canto del niño virgen". Deliciosamente escrito, deja la amarga sensación al lector de que Aira no sabía muy bien cómo terminar el relato. A decir de muchos, esto es frecuente en este profílico autor, cuyo caudal imaginativo no parece conocer límites, pero cuya técnica escritural, basada en la improvisación, en lo que él denomina "la fuga hacia delante", en ocasiones le traiciona.

domingo, 4 de marzo de 2012

La necesidad de aprender

Sospecho que un buen maestro es aquel que está siempre con las orejas bien abiertas, pendiente de lo que sucede a su alrededor, de lo que dicen sus alumnos. Un buen maestro siempre aprende de sus estudiantes. Se dice además que quien enseña envejece mejor, ya que está siempre rodeado de gente más joven que uno. Es probable que sea una gran verdad.

La anécdota es la siguiente: una de las estudiantes de un profesor de lenguas, acaso la más brillante, cansada uno de los días de clase, le sugiere a su maestro que lean su libro favorito. El libro está escrito en inglés, pero podríamos leerlo en español, afirma ella. ¿Pero tú lo has comprado en español?, pregunta el incauto profesor. No, pero podemos encontrarlo en Internet. Treinta segundos bastaron para que comenzaran a leerlo.

¿Cuánto pagaron? Nada. Maestro y estudiante buscaron la versión electrónica del libro en español en Amazon.es, y no existía. El libro en cuestión estaba publicado por una modesta editorial española que difícilmente distribuirá a una librería de Texas, de Montevideo, de Quito o de Tampico. A todos esos lugares, sin embargo, sí llega Internet.

Por contra a lo que seguramente han pensado, lo que la estudiante bajó a su ordenador no era una copia de la traducción publicada por la editorial española. Era otra. Un grupo de jóvenes entusiastas se habían organizado para traducir las más de 500 páginas que tiene la edición original de la novela. Unos tradujeron, otros revisaron y corrigieron las traducciones y otros maquetaron el texto como si de un libro de verdad (¿acaso no lo era?) se tratara.

¿Por cuánto lo vendían? Por nada. Todo ese trabajo lo hicieron por amor al arte, por amor a la novela: just for fun, just by fans.

La anécdota me recordó dos cosas: por una parte, lo que suele repetir Henry Jenkins tomando Harry Potter como paradigma: que las editoriales y la industria del entretenimiento no han de temer a los jóvenes que saben usar Internet, sino considerarlos sus aliados.


Por otra, lo que el músico Luis Delgado nos dijo a finales de los 80 a un grupo de enamorados de la música electrónica: que las compañías discográficas iban a instalar en las tiendas de discos máquinas en las que podrías seleccionar las canciones y la portada que más te gustaran y así hacer tu propio CD. Claramente el propósito era acabar con la lacra de las cassettes caseras hechas de jirones de canciones escuchadas en la radio. El tiempo pasó y las máquinas nunca llegaron. Posiblemente seguía siendo más lucrativo el modelo del LP, del disco de larga duración, de la compra obligatoria de media docena de canciones aunque sólo te gustasen un par de ellas. La respuesta de los consumidores, una década después, fue Napster.

Acaso las industrias culturales sean como los maestros: para envejecer bien han de tener las orejas bien abiertas, han de preocuparse de lo que sucede a su alrededor y, en definiva, han de saber aprender.

jueves, 23 de febrero de 2012

Colaboradores evasivos

Las contingencias fueron enormes, y cada volumen se aplazó un promedio de un año como consecuencia de la falta de un capítulo o dos. Había colaboradores muy evasivos: recuerdo uno que, cuando le llamaba, me decía: "mira, lo he acabado y lo estoy impriendo, te pongo la impresora al teléfono para que la escuches", y hacía una especie de ruido... Luego pasaban semanas y meses, y éste de la impresora tardó un año en entregar.

Fernando Vallespín, Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y director de la monumental Historia de la Teoría Política, obra en seis tomos publicada por Alianza Editorial en la década de los 90. Sergio Vila-Sanjuán recoge la anécdota en otro libro fundamental, Pasando página, que editó Destino en 2003.

miércoles, 15 de febrero de 2012

El libro seguía ahí

Cuando despertaron del ensueño de las hipotecas y de aquel poderío económico que habían creído eterno, cuando despertaron en pleno centro del torbellino que lo arrasaba todo, el libro seguía ahí.

Enrique Vila-Matas en "El talento del lector", artículo publicado por el diario El País el 23 de abril de 2009.

martes, 24 de enero de 2012

El papel del papel

Hubo que esperar hasta 1952, cuando la quema de un lejano bosque en Finlandia puso el precio del papel por las nubes y las revistas debieron reducir su número de páginas para ver cómo reaccionó cada una de las dos revistas en esa pelea, hasta entonces tan pareja.

Patoruzito quitó páginas y bajó el número de historias semanales de 23 a 17 haciendo crecer los textos y achicando los dibujos. Vito Nervio pasó de 4 tiras por páginas a 5, agregando así alrededor de 8 cuadros a cada entrega, para disimular la quita. Misterix, siempre en formato apaisado, achicó el tamaño de las páginas y siguió ofreciendo 3 tiras por página.

Prólogo de Carlos Trillo, titulado "Personas y personajes, mecanismos y sentimientos", al volumen 16 de la Biblioteca Clarín de la Historieta, dedicado a Vito Nervio y Misterix (2004).

sábado, 21 de enero de 2012

El precio de la consagración

Un fenómeno cultural del último lustro en España es la consagración definitiva del cómic como arte mayor. Con ello la historieta se zafa de la etiqueta de subliteratura. A ello ha contribuído notablemente la obra reciente de algunos historietistas patrios y foráneos, como Art Spiegelman, Marjane Sartrapi, Joe Sacco, Paco Roca o Antonio Altarriba y Kim, entre muchos otros. Esto ha dado pie además a la recuperación de figuras clave del género, como Carlos Giménez.

A esta consagración le ha acompañado un curioso fenómeno editorial: los comics han comenzado a editarse casi exclusivamente en tapa dura, en cartoné, aumentando considerablemente de precio. Esto ha generado un negocio que no ha pasado desapercibido para las grandes librerías. En España, La Casa del Libro primero y más recientemente El Corte Inglés han secundado a Fnac en la creación de espacios diferenciados dentro de sus librerías dedicados en exclusiva a la venta de comics.

Raro es el tebeo en España que cueste ahora menos de 12 o 15 euros, y los hay, y muchos, cuyo precio supera los 25. Recuerdo que en los años 80 y 90 ciertas editoriales reservaban la tapa dura a obras consideradas mayores. La rústica y el cartoné actuaban de meridiano que separaba la calidad media o superior del cómic. Pocas obras merecían el cartoné. Recuerdo, por ejemplo, el caso de El hombre que ríe, de Fernando de Felipe, publicado por Toutain Editor. La tapa dura además era carísima en comparación con el precio de la revista de comics que ofrecía la misma serie por entregas. Me refiero a los tiempos en que aún existían revistas como SupermortadeloZona 84Cairo, Cimoc o El Víbora.

Cualquiera que conozca algo sobre producción editorial sabe lo caro que es editar en color. Por eso los libros de arte se suelen coeditar, para que la tirada reduzca los costes. Primero se imprimen las ilustraciones y luego el texto en el idioma correspondiente. Se trata del mismo libro, pero en distintas lenguas. En el caso de los comics se hacía eso mismo. No resultaba extraño que de repente un mismo cómic se publicara en varios países europeos casi simultáneamente. Sin embargo, algo que sí variaba era el formato. En Francia, por ejemplo, la tapa dura abundaba más que en España o en Italia.

Aunque las coediciones no hayan desaparecido, ciertos comics seguirán siendo tan locales que su exportación resultará difícil. De ahí que en bastantes casos me tema que la preferencia por el cartoné y el consecuente alza del precio de los tebeos, aunque esté fomentando su consagración, se deba entre otras cosas a la reducida dimensión del mercado comiquero, y a que la única manera de absorver los altos costes de la edición en color de un título de tirada baja es que el lector pague más por el libro.

Surgen varias dudas: la primera, si el cómic podrá permitirse mantener pese a la crisis precios tan altos y una evidente sobreproducción editorial como la que exhibe. ¿Cuántos comics se saldarán en los próximos años?

La segunda, si su consagración como arte lo condenará a convertirse en un objeto de consumo reservado a minorías selectas con alto poder adquisitivo, todo lo contrario de lo que fue en su origen.

lunes, 16 de enero de 2012

Libros perniciosos

En ocasiones cuando uno habla de libros y los defiende tanto parece envejecer más de un siglo. Parece como si uno se hubiera obcecado en no entender que Benjamin y su defensa del aura perdieron la batalla, en no admitir que el libro es y ha sido siempre un objeto aristocrático, y que su destino es terminar relegado a las vitrinas de los museos. La cultura ya no está en libros, oyes, sino en la música, en las pantallas del cine y los videojuegos. Y tan cierto es que la cultura no es patrimonio exclusivo de los libros, como lo es que los libros son algo más que cultura elitista.

Y si no, miren lo que ha sucedido en Arizona, donde un año tras aprobar la famosa ley espanta-ilegales, recuperan la censura libresca y destierran a los calabozos de los depósitos de libros prohibidos a Paulo Freire, al Calibán de Shakespeare y a todo lo que huela a estudios chicanos, a todo texto que se centre en la raza, las etnias o la opresión.

Los libros siguen dando miedo aunque hayan perdido fuerza. Mientras que una película la pueden llegar a ver millones de personas con facilidad, leer un libro exige mayor esfuerzo. Y pese a ello, el libro continúa despertando el recelo en algunos, que no quieren dar crédito a Cervantes y a su idea de que no hay libro tan malo que no tenga algo bueno.

Si nada lo evita, tal vez en el futuro vaguen por las calles de Tucson individuos, que como en Fahrenheit 451, secretamente hayan memorizado un libro y se presenten como tal: "Hola, soy La tempestad", "Encantado. Como agua para chocolate, para servirle".

Pero con suerte tal vez en el futuro en Arizona construyan como desagravio una réplica de esa biblioteca subterránea con anaqueles diáfanos que en Berlín recuerda la quema de libros de 1933. Y quizás acompañen en la correspondiente placa los versos que escribiera en 1820 otro censurado, Heinrich Heine: "quien quema libros, termina quemando hombres". O, en este caso, "quien condena libros, indefectiblemente condena a las personas".

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Suceda lo que suceda, el futuro se presenta poco halagüeño para la cada vez más triste y sombría Arizona.